miércoles, 1 de febrero de 2012

El genio del desierto: primera parte




Introito

¿Recuerdan la historia del arqueólogo y el genio del desierto?




 La comencé hace siete meses, y tiempo es de retomarla ¿Por qué de esta larga espera?

Puede sorprenderles, pero encontrar a un genio resulta ser un suceso extraordinario, y creí conveniente corroborar la historia con otros arqueólogos de prestigio. Así, tuve que acudir a profesionales como Alicia Torija, por saber si la historia era fidedigna y, por tanto, podía publicarse en este blog con garantías de verdad.

Alicia, que dirigió el proyecto de excavación en el desierto de Rub al-Jali, me acaba de confirmar punto por punto todo lo que a continuación sigue. Y, apoyado, en tal seguridad, conforme a lo relatado, continúo con la asombrosa historia del genio en el desierto.

Lamento la larga espera. Sólo espero que haya merecido la pena.


  

Primeros reflejos

El genio estuvo callado unos instantes, como pensándose las palabras con cuidado. Mientras tanto, remarcaba con su larga uña los tres círculos en la arena. Cuando habló, lo hizo en voz baja; mi amigo tuvo que acercarse.

- "Esto eres tú. Apenas tres círculos trazados en la arena del desierto. Precisamente por eso eres tan complejo, tan difícil de explicar". 

Mi amigo se sentó a su lado, sin entender lo que le estaba diciendo. El genio no le miraba; tenía los ojos fijos en la arena.

- "Pero no naciste con esta forma - borró dos de los círculos -. Es algo que debo explicarte, y llevará su tiempo. Tendrás que ser paciente. 

Cuando el hombre ve por primera vez la luz, lo hace siendo incompleto. Ninguna criatura nace tan indefensa, tan falta de recursos para la supervivencia. Tan dependiente. Quedan, eso sí, pequeños recuerdos de lo que un día fue un simio, un pequeño mamífero; a estos vestigios remotos los llamamos reflejos primarios.



El reflejo de succión, por ejemplo, te permitió alimentarte del pecho de tu madre. Nadie tuvo que explicarte cómo se hacía. No lo recuerdas, pero también fuiste capaz de sostenerte en pie sobre una camilla, agarrado con una fuerza sorprendente a los dedos del pediatra con unos minutos de vida: es el reflejo de agarre. Hace millones de años, este reflejo te permitió sujetarte al pelo de tu madre mientras se balanceaba de rama en rama. El reflejo de moro te sirve de defensa frente a los imprevistos y las situaciones de peligro. Si tienes hambre o frío, lloras para llamar la atención. Y muy pronto aprendes a sonreír con la "sonrisa de Duchenne", una herramienta poderosa para ganarte el cariño de los adultos, de los que depende tu supervivencia.


Todos estos instintos primarios, así como otras cualidades sorprendentes, como el oído tonal perfecto de Mozart con el que nacen todos los niños, desaparecen con el tiempo para dejar paso a las habilidades más propiamente humanas; aunque, en ocasiones, quedan rescoldos en nuestro cerebro. Y esto puede representar un problema. Alguien en quien el reflejo de moro no está integrado puede manifestar impulsividad, miedo a los ruidos o ansiedad; si lo que se mantiene es el reflejo de agarre puede tocarse compulsivamente la palma de la mano, incomodarle el contacto físico y tener mala letra, por un torpe agarre del bolígrafo ¿A qué se debe esta permanencia de estructuras neuronales vetustas mal integradas en un cerebro sapiens evolucionado? A una enfermedad, quizás, a una desestructuración neuronal por condicionantes externos, a un parto difícil o, simplemente, a que no se le ha permitido al niño gatear lo necesario. Los humanos tenéis la costumbre de menospreciar lo verdaderamente importante: gateáis para ejercitar y modelar el cerebro, para promover la bilateralidad del mismo. Se avanza la rodilla derecha y la mano izquierda, y viceversa, en un ejercicio acompasado que provoca una estimulación cerebral de ambos hemisferios a los pocos meses. Todo comportamiento en estas primeras - y fundamentales - semanas tiene una explicación; y todo niño debe cubrir las mismas etapas en su desarrollo neuronal. Cada uno a su ritmo, cierto; pero conviene que complete su adiestramiento: un niño al que no se le permite gatear (porque no se manche, por ejemplo) manifestará más adelante problemas de piscomotricidad. Nos hacemos gateando, así de simple. Caminar vendrá más tarde, como el habla, o aprender a mentir."

El genio se queda un instante en silencio, y observa el único círculo dibujado en la arena.



- "Fíjate en este círculo. Hay una letra "N" escrita. N de niño. Eres tú, nada más nacer. Con unos pocos reflejos, con hambre y necesidad de afecto. Es asombroso; falto de afecto el humano muere. Esto es hermoso y terrible a la vez. Manifiesta vuestro compromiso esencial con la concordia y la empatía, pero a su vez implica una cruel dependencia del adulto. El niño es consciente desde muy pronto de que necesita de los otros, y hace lo posible por llamar la atención y recabar el afecto que precisa. Está indefenso en un mundo de gigantes a los que no entiende, en un universo de sonidos y aromas, en ocasiones intensos, desagradables. De la comodidad del útero pasa al hambre, al frío y a la soledad consigo mismo. Por eso muy pronto el niño se explora, se toca, se chupa, se reconoce. Se busca. El masaje propiaceptivo es un primer vínculo consigo mismo. El niño debe conocer sus propios límites para luego ser capaz de distinguir lo que no forma parte de él."

El arqueólogo intervino. Estaba impaciente porque el genio avanzara. 

- "Pero todo esto, aunque resulte interesante, no parece algo definitivo. Quiero decir... todos acabamos creciendo, superando la infancia y ocupando un lugar entre los otros. Me prometiste algo único, la clave de la comunicación humana".

El genio apenas se inmutó. 

- "Y te acabaré abriendo los ojos a este milagro. Pero antes, necesito que te conozcas. 'Conócete a ti mismo' es mucho más que una frase ingeniosa en el frontispicio de un templo griego; es una condición inexcusable para llegar a la sabiduría. Porque cuando fuiste esto - y el genio señaló el círculo - te sentiste solo, y tuviste miedo. Y no lo has olvidado. Las experiencias que se marcan en estos primeros meses y años quedan grabadas en lo que llamamos personalidad. Todo lo demás son ropajes; lo que realmente eres proviene de estos primeros instantes."

Entonces, y sin previo aviso, el genio hizo un gesto sobre el círculo, y el arqueólogo desapareció en él.

- "¿Te sientes? Has vuelto al principio. Los sentidos se agudizan día tras día, y todo es confuso. Dedicas casi la totalidad de la energía que ingieres en cambiar las conexiones de tu cerebro, en una tarea de afinación extremadamente compleja. Un cerebro nacido para la música y la tonalidad desaparece porque debe prepararse para recibir el milagro del habla. El oído, un sentido al que no le concedemos demasiada importancia, te permitirá hablar. Piénsalo: no existen los sordomudos; son sordos que no han escuchado la voz de su madre.

Pero, ¿qué te pasa?; sientes la frustración de no poder comunicarte; es muy pronto. Tienes miedo, ¿verdad? No es extraño: vivir no es una tarea sencilla. Implica sufrimiento y pérdida. Es algo que aprendemos pronto. ¿No estábamos mejor en el seno materno? ¿No querríamos volver a él?" 

De nuevo un gesto, y el humano vuelve de su pasado. Está sudando.

- "Aterrador; ¿no es cierto? Y, ¿sabes? Hay algo importante que debes tener en cuenta. Es la primera enseñanza que te aporto." 

El genio se acerca al oído del arqueólogo, y le susurra:

- "No lo olvides jamás: todos los humanos, sin excepción, fueron niños alguna vez. Y todos recordáis, en lo más profundo de vuestra alma, este miedo a quedaros solos, a no ser escuchados. Si alguna vez te sientes intimidado por alguien, procura encontrar en sus ojos el niño que oculta. Si consigues llegar a él, ya no te intimidará jamás. Todo humano es vulnerable."

El hombre adopta una postura fetal, acercándose las rodillas al pecho. No sabe muy bien lo que le pasa, pero ha decidido no interrumpir al genio. Es consciente de que él mismo es el protagonista de la historia; y no está muy seguro de querer oír el resto. Con preocupación observa que el genio dibuja un nuevo círculo en la arena.




La historia, su historia, continúa.  

En el nuevo círculo hay una letra "P". El genio lo observa, un tanto divertido.

- "¿Sabes? Voy a explicarte por qué los movimientos de protesta, como el 15-M, suelen acabar en fracaso".


El sol desciende más lento de lo normal sobre el oeste, como queriendo escuchar también.


Antonio Carrillo.

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