jueves, 20 de diciembre de 2012

Puertas del infierno


 
Se encuentra usted en Darvaza, Turkmenistan, en el desierto de Karakum, un lugar yermo y gigantesco del Asia Central. Hace 41 años, un equipo de geólogos soviéticos buscaba en el subsuelo yacimientos de gas cuando, súbitamente, la tierra se hundió, dejando al descubierto una enorme fosa de 60 metros de diámetro y 20 metros de profundidad, tragándose todo el equipamiento e instrumental de los científicos.

No era cuestión perderlo todo; y los geólogos, preocupados por la fuerte emanación de gases venenosos, decidieron prenderle fuego. En unas horas, días a lo sumo, se debía consumir todo el gas.
 
 

Se prendió la llama en 1971, y en la actualidad sigue ardiendo con la intensidad del primer día. Seguro hay enormes depósitos de gas subterráneos, que abastecen el cráter de combustible. Los lugareños llamaron al fenómeno "la puerta del infierno".

Observe este vídeo. Entenderá el porqué del nombre.
 
 

Sin embargo, hay infiernos invisibles, tanto o más peligrosos que el cráter de Darvaza; no se me ocurre mejor ejemplo que la ciudad de Centralia, en Pensilvania, EEUU.

El municipio era un lugar próspero en el siglo XIX, que se enriqueció por el carbón de sus tierras. Llegó a tener siete iglesias, dos teatros y cinco hoteles. Dos vías férreas comunicaban Centralia con el resto del país.
 
 

Según avanzaba el siglo XX, el abandono de las minas provocó su progresivo declive; pero en absoluto era una ciudad muerta. Hasta que se produzco el silente desastre.

En mayo de 1962, cinco voluntarios de la compañía de bomberos se aprestaron a limpiar el vertedero municipal, situado en una mina abandonada. Le prendieron fuego, y aguardaron a su extinción. Pero el fuego no se apagaba.

Oculto bajo tierra, el fuego recorrió desatado kilómetros de túneles abarrotados de carbón. Toda la ciudad estaba minada, y fue imposible detener el fuego. Sin embargo, durante veinte años el infierno desatado pasó casi desapercibido. Sólo algunos vecinos se vieron afectados por extrañas emanaciones de monóxido de carbono.
 
 

En 1979 el empleado de una gasolinera verificó con una vara el nivel de combustible de los depósitos subterráneos. Cuando la retiró, estaba muy caliente. Tuvo la idea de bajar   un termómetro amarrado a una cuerda: la temperatura de la gasolina almacenada en el subsuelo alcanzaba los 78°C. Poco tiempo después un niño estuvo a punto de perder la vida, cuando el suelo cedió bajo sus pies.

La población tomo conciencia del problema: cientos de metros bajo la superficie, un incendio tremendo provoca temperaturas de cientos de grados; un auténtico infierno. El fuego lleva 50 años quemando carbón, uno de los combustibles con mayor poder calorífico que se conocen. Las entrañas de la arbolada Centralia ocultan un inmenso y poderoso horno.
 
 

Hoy Centralia consta como una población con 0 habitantes, y no tiene código postal, aunque hay algunas casas habitadas. Carteles advierten del peligro de adentrarse en la zona. Sin embargo, los indicios del horror son escasos: fumaradas al sur del municipio, algunos árboles quemados,  y una carretera con el firme agrietado.
 
 

¿Cuándo se apagará el infierno subterráneo de Centralia? No antes de 250 años.

Durante siglos, bajo la calma de los bosques, la tierra arderá en silencio, creando una puerta hacia el infierno.

Antonio Carrillo.

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