martes, 4 de junio de 2013

¿Estamos solos?



Quiero decir con ello: ¿somos la única inteligencia de la galaxia; la única forma de vida que ha desarrollado conciencia de sí misma?

¿Somos los ojos, acaso el espejo donde el cosmos se ve reflejado?

Si tal fuera, ¡qué responsabilidad!

Hace pocos años, apenas meses, hubiese contestado a esta pregunta con un "no" rotundo. Habría aducido que nuestra galaxia tiene cientos de miles de millones de estrellas, y ahora sabemos que estos astros no deambulan solos, sino acompañados de incontables planetas. La magnitud de los números apabulla. Además, los ladrillos de la química con los que se construye la vida son extremadamente comunes. Carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno son los pilares de la materia biónica, y se han hallado incluso indicios de aminoácidos en lejanas nubes interestelares.

El año 2009 la NASA encontró glicina, un aminoácido, en un cometa. La vida, o al menos su simiente, puede viajar inserta dentro de enormes y errantes cuerpos helados.

Por tanto, ¿cientos de miles de millones de laboratorios capaces de crear vida, y vamos a ser los únicos? Cuesta creerlo.

Quisiera puntualizar algo: lo que es objeto de debate en este artículo es la existencia de inteligencia, no de vida. Puede haber vida microscópica (o macroscópica) en incontables lugares, pero la inteligencia es un fenómeno resultante de tales azares que resulta harto improbable que se haya repetido en algún otro lugar de la galaxia.

En lo que sigue, explicaré porqué.
La duda tiene su origen, cómo no, en un libro: el ensayo "Solos en el universo" de John Gribbin, publicado en castellano en 2012 por la editorial Pasado y presente. Una auténtica sorpresa para alguien como yo, formado con la famosa ecuación de Drake y el entusiasmo de Carl Sagan, hijo que soy confeso de la serie "Cosmos" ¡Qué lástima los jóvenes de hoy, que no se asoman al vértigo de la ciencia y el espacio de la mano de tan excelso divulgador!

 


La cuestión principal que nos ocupa la planteó, hace ya décadas, el gran Enrico Fermi en una comida con colegas físicos. Hablaban del fenómeno OVNI cuando Fermi se preguntó, con voz queda:

¿"Dónde están todos"?

Se hizo el silencio.

25 años más tarde la pregunta, que había pasado casi desapercibida, volvió con fuerza: ¿por qué no hay visitantes extraterrestres?

Si están allí, ¿por qué no están aquí?

 

La respuesta más lógica es: bien porque no pueden venir, o porque no les ha dado tiempo a llegar. La galaxia es enorme, y las estrictas limitaciones que impone la física, como el límite de la velocidad de la luz, son universales.

También cabe otra opción: han estado, dejado una impronta e ido. Ayudaron, por ejemplo, en la construcción de gigantescas pirámides, ofreciendo su pericia técnica a los torpes egipcios y mayas, y luego desaparecieron.

Improbable.

O están y, tímidos ellos, no se dejan ver, salvo en contadas excepciones. Por cierto, resulta curioso que desde que portamos dispositivos móviles (teléfonos) capaces de grabar en HD ya no hay apenas contactos con OVNIS.

De nuevo, poco creíble.

El problema que subyace a la pregunta de Fermi es que el universo es enorme, pero lleva existiendo mucho tiempo; al menos unos 13.000 millones de años. Si hay cientos de miles de civilizaciones extraterrestres, la galaxia debería de estar repleta con sondas exploradoras, naves de colonización u objetos de similar índole. A los humanos nos llevó poco colonizar el planeta Tierra. El secreto de toda expansión hacia lo desconocido es no querer volver, y hacerlo por etapas. Nosotros, los humanos, que exploramos el espacio hace menos de un siglo, hemos sido capaces de enviar varias naves no tripuladas a los confines de nuestro sistema solar. Naves cuyo núcleo procesador es menos potente que el de cualquier teléfono móvil actual.

 
Se calcula que una civilización extraterrestre podría explorar la zona habitable de la galaxia en un millón de años. Entonces, ¿dónde están?, se preguntaba Fermi. ¿Por qué no están aquí?

Aplicamos aquí el axioma conocido como "la navaja de Ockham": la respuesta más sencilla es la más factible: "no están porque ni son ni han sido".

Sobreviene el vértigo con la consecuencia lógica que implica esta respuesta: estamos solos.

Esta respuesta obliga, a su vez, a formular otra pregunta fascinante: ¿por qué nosotros sí estamos? ¿Qué es lo que hace la Tierra tan especial?

No una, sino muchas casualidades sorprendentes, todas fruto del azar.

A continuación, citaré algunas.

La primera tiene que ver con la metalicidad (la cantidad de metales) de nuestra estrella, el Sol. La metalicidad viene determinada, en buena manera, por el tiempo y lugar en el que se formó la estrella. Sin embargo, algo extraño sucede con el Sol: tiene una metalicidad más elevada de lo que le corresponde. ¿Por qué?



Se teoriza con la idea de que hace más de 5.000 millones de años explosionó una supernova cerca de la nube de polvo que formaría nuestro sistema solar. Esta explosión, fuente de elementos pesados, enriqueció nuestro entorno con metales, e hizo posible algo tan sorprendente como el núcleo de la Tierra: una enorme bola de hierro girando en un mar de hierro y níquel, generando por fricción un campo electromagnético gigantesco que protege al planeta de las radiaciones solares y espaciales. Es decir: una supernova explosiona y unos miles millones de años más tarde les escribo estas líneas protegido por una dinamo gigante que genera un escudo que hace posible la vida.

Resulta sorprendente.

El aporte de la supernova explicaría la presencia de elementos radioactivos en el interior de la Tierra, lo cuales ayudan a mantener el planeta caliente y activo. Más adelante hablaremos de la  importancia de la tectónica de placas. Además, la explosión habría creado un entorno "limpio" y estable en el que desarrollarnos.

Habrán escuchado infinidad de veces que nuestra estrella es "corriente". No es cierto: el Sol es excepcionalmente brillante (el 95% de las estrellas son más tenues), pero a la vez inusualmente estable: su luminosidad ha variado poco a lo largo de su historia. Sepa que sólo un 2% de las estrellas de la galaxia tienen el tamaño y brillo adecuado para generar vida. el resto, o son muy pequeñas (la mayoría) o demasiado grandes.

Pero, además, sólo un 30% de este 2% de sistemas solares propicios para la vida está formado por estrellas únicas. El 70% restante son sistemas binarios o triples, un factor que dificulta la creación de vida.

Tenemos, por tanto, la "suerte" de vivir en un sistema solar formado por una estrella solitaria, brillante, estable y con más metales de lo que le correspondería.



Además, transitamos por una zona de la galaxia idónea para la vida, ni demasiado cerca del centro fulgurante ni lejos, en el frío erial de las zonas más exteriores. Desde hace al menos 500.000 años no sufrimos la experiencia traumática de atravesar esas nubes de gas y polvo denominadas "brazos espirales", capaces de provocar la extinción de la vida en la Tierra. En esto nos ayuda que la órbita del Sistema Solar alrededor de la galaxia es inusualmente circular, tranquila y previsible.

Estamos, pues, insertos en lo que se denomina "zona habitable" de la galaxia, apenas un 10% de la misma. Piénselo: por lógica, las civilizaciones deberíamos estar apiñadas en esta estrecha franja. Ello restringe bastante el radio de búsqueda, y hace más inexplicable que no tengamos noticias, siquiera por radio, de otras civilizaciones.

También la distancia del planeta Tierra respecto del Sol es importante. Permite que haya agua líquida en la superficie; un compuesto, el agua, que resulta ser el mejor disolvente químico para que se generen compuestos complejos a partir de maleable carbono.

El sistema solar también es extraño: inusualmente regular, con órbitas planetarias muy circulares. La existencia de Júpiter ayuda a ello, y a mantener la zona interior libre de escombros. Por lo que sabemos, y ya conocemos centenares de planetas en estrellas de nuestro entorno, la forma y dinámica de nuestro sistema planetario es bastante peculiar.

El suceso más asombroso en la creación de la Tierra fue el choque de dos planetas. Más que el choque en sí, lo fascinante es que los planetas colisionaran "de refilón", lo cual produjo el nacimiento de algo (una vez más) inusual: un sistema planetario doble, formado por la Tierra y la Luna. Si el choque hubiese sido frontal el resultado habría sido similar al del planeta Mercurio: una bola muy densa, de pequeño tamaño, y sin atmósfera.

 


La Luna, es bien sabido, resulta fundamental para la vida.

Dos planetas chocan rozándose y, en consecuencia, se inclina el eje del planeta más grande. Esto supone que haya estaciones, con fuertes variaciones climáticas al cabo del año. Además, como consecuencia del impacto el planeta giró más deprisa. Mercurio, Venus o Marte tienen días larguísimos, porque su movimiento de rotación es muy lento. La Tierra rotaba tan deprisa que, hace unos 4.000 millones de años, el día duraba apenas 2 horas. Este hecho, y el tirón gravitatorio de la enorme Luna provocan que nuestra corteza no se solidifique del todo. Vivimos en un entorno cambiante, subidos en enormes placas tectónicas que se desplazan sobre un mar de magma. Estaciones, cambios de clima, orografía diversa... todos estos factores promueven la adaptación, la evolución de la vida. La lucha por la supervivencia en un entorno inestable.

Este impulso de adaptación explica que surgiera la inteligencia. De hecho, la civilización humana se explica por la existencia de unas plantas adaptadas a los cambios climáticos y a la necesidad de proteger sus semillas frente al frío o las sequías. Sin estas plantas, los cereales, que podíamos almacenar generando excedentes de comida no perecedera, no habríamos pasado de sociedades recolectoras y cazadoras a tribus que practicaban la agricultura del neolítico. Sin el arroz, el trigo o el maíz no habríamos alzado murallas, levantado catedrales ni alcanzado los astros.

Hay otra curiosidad más: hemos tenido (de nuevo) "suerte" con las extinciones periódicas. Y no se trata de que un asteroide acabara con los dinosaurios hace (circa) 60 millones de años y permitiera que los mamíferos ocupáramos su lugar como orden dominante; es más interesante la extinción del Cámbrico, que fue más importante en términos cualitativos, ya que acabó con casi todos los filos existentes, todos ellos marinos.

Esta extinción coincide con un fenómeno climático peculiar: un enfriamiento brusco del planeta conocido como "bola de nieve". Además, por estas fechas el planeta Venus recibe un gran impacto que provoca que se funda toda su superficie. Ello explica por qué la orografía de Venus es tan llana, y su atmósfera tan densa. Si lo que chocó con Venus fue, como se supone, un cometa gigante, su "cola" pudo provocar que la atmósfera terrestre barriera billones de partículas  de cristal que reflejarían la luz solar, provocando la brusca bajada de temperatura y la extinción más significativa que ha conocido nuestro planeta. De todos modos, esta teoría es todavía objeto de mucha controversia, y en absoluto hablamos de certezas.

En todo caso, otra curiosidad más que sumar: el choque de un cuerpo gigantesco contra Venus acaba con la primera gran explosión de vida multicelular en nuestro planeta. La vida pluricelular empezó de cero, y lo que siguió fue algo completamente distinto a los trilobites.

Podríamos seguir con multitud de ejemplos, todos ellos importantes; la concentración de los continentes en el hemisferio norte, lejos del ecuador, en donde las variaciones de temperaturas a lo largo del año (estaciones) promovieron la diversidad y adaptación; la importancia para el clima que supuso que el polo sur lo ocupara un enorme continente cercado por corrientes marinas frías, la terrible explosión hace 70.000 años de un supervolcán en Toba, suceso que colocó al homo sapiens al borde de la extinción, en lo que se denomina un "cuello de botella demográfico"... Gribbin no habla de todos los factores; daría para un volumen mucho más grande. Pero la consecuencia de estos y otros condicionantes somos nosotros y nuestra tecnología.

En definitiva, la idea está clara: nuestra posición en la galaxia, las características de nuestra estrella, la posición que ocupamos en nuestro Sistema Solar y las peculiaridades del mismo, la manera como se formó la Tierra... son fenómenos todos casuales, fruto del azar, que explican que estemos aquí, ahora. No hay una intención, ni asomo de una intervención divina.

Somos hijos de la fortuna.

¿Se pueden dar esta concatenación de fenómenos en otros lugares de la galaxia? Es improbable. Sí es posible que otros fenómenos distintos diesen lugar a manifestaciones de vida muy diferentes a la nuestra ¿quién lo sabe?

Pero el libro de Gribbin es interesante, en última instancia, porque no obliga a reflexionar sobre nuestra propia importancia. Por el momento, y mientras no se demuestre lo contrario, somos los únicos embajadores de la conciencia galáctica. Vivimos en un planeta extraordinario, y es nuestra responsabilidad cuidarlo con la delicadeza que merece.

Una vez más: hemos tenido mucha "suerte".

¿Cómo justificar, entonces, el uso abusivo que estamos haciendo de los recursos, del medio ambiente? ¿Acaso tiene explicación que mancillemos esta belleza?

Hemos tenido suerte, cierto.

Pero estamos dejando de tenerla.

Antonio Carrillo

4 comentarios:

  1. Muy interesante el tema de si estamos o no solos.

    Estoy de acuerdo con esta frase: "No hay una intención, ni asomo de una intervención divina". Por supuesto, la evolución funciona sola. Coincido también en dos cosas: que seguro debe de haber vida, pero que la inteligente –tal y como la das a entender, es decir, según el barómetro del ser humano- sea más “improbable”, aunque no imposible tal y como demuestra nuestra existencia.

    Pero, en cambio, lo de Fermi, a mi juicio es muy sencillo de refutar.

    Primero, desde que USA se dio cuenta de que las sondas que enviaban a Marte –sobre todo, las soviéticas- podían estar contaminadas por vida microscópica terrícola hacen todo lo que pueden para, uno, descontaminar y, dos, prepararse para que en el caso de que se halle vida en el planeta los exobiológos distingan entre oriunda marciana o colonizadora terrícola. Marte, ahora mismo, podría albergar ya vida terrícola.

    Pero otro dato. En esta época de globalización todo el mundo está superconectado. Sin embargo, hay pocas civilizaciones –lo sé muy pocas - que están aisladas. Y –muy importante- el ser humano moderno superconectado, esclavizador y sobreexplotador de recursos ha decidió respetar ese aislamiento.

    Esto me lleva a pensar que la vida inteligente que debe haber en el espacio, primero, sabe de nuestra existencia, segundo, nos han visitado y, tercero, puede que tengan ciertos códigos de conducta de no intervención, tal como nosotros –inmorales como somos en muchos aspectos- hemos respetado a ciertas tribus perdidas. Y solo la establezcan cuando nos vean maduros para ello. Por favor… ¡si nos matamos por las fronteras, por la religión, por la raza, por ideas…! ¡Menudo problemón si se presentarán de golpe y porrazo! Si yo fuera un extraterrestre inteligente muy adelantado moral como tecnológicamente, jamás me presentaría de forma oficial en un planeta como el nuestro.

    Pero esto no es óbice para que nos hayan visitado por medios que nosotros ni si quiera podamos imaginar –ni naves ni ovnis- de forma oficiosa, oculta a nuestros sentidos y aparatos de detección artificiales.

    Ese código ético –especulo- podría basarse en que nada de comunicación hasta que lleguemos a resolver ciertos problemas internos de la humanidad (guerras, hambrunas, torutras…) ¡Eh!, que no sé… es un decir, quizás tengan otros, pero esto lo dejo para el final.

    Otra variable es que haya civilizaciones pero que no coincidamos en el tiempo. O que, simplemente, los códigos de comunicación sean diferentes.

    Porque, otra cosa, el ser humano no es el único ser inteligente, sino que “parece ser el más inteligente” de los terrestres, pero ¡ojo con chimpancés, delfines, pulpos y otros seres vivos!, que también son inteligentes. Todo ser vivo posee inteligencia. Nos diferencia el grado y el código de comunicación.

    Mira, trato de publicar un libro mediante crowdfunding titulado Pajas Mentales en el que justamente hablo de este tema en algún capítulo y le doy otro enfoque. Y donde apunto cuándo se podría dar ese contacto. Pero el libro no solo trata de eso… habla también de la existencia, la escritura, el sentido de la vida, la muerte, la felicidad... Bueno, por si alguien le interesa ayudarme en apoyos y difusión. Espero que no te haya molestado este último párrafo auto promocional. http://libros.com/crowdfunding/pajas-mentales/

    Saludos, Antonio.

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  2. Un interesante artìculo, aunque de racionalidad exultante y fantasiosa y, ademàs, algo de soberbia. En efecto, de otro modo no podrìa entrenderse còmo menos de una milèsima parte de '' este universo '' - lèase seres humanos - podrìa intentar ''explicar'' con su esmirriada mente la inmensidad y profundidad del universo.
    Nuestro ''conocimiento'' es demasiado pequeño para osar descubrir la Sabidurìa universal y...supra-universal....
    La vida es muy hermosa para dejarse encantar por cantos de sirena de la siempre limtada e insuficiente ciencia terrìcola..... Gracias.-

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  3. Es cierto que la postura de Gribbin es controvertida. Por de pronto, limita su especulación a nuestra galaxia, porque los límites de la física no nos permiten ni tan siquiera especular sobre lo que sucede en el cosmos.

    La postura de que no haya habido una inteligencia dominante en la "zona habitable" de nuestra galaxia los últimos 10 millones de años es plausible. Creo que disponemos de tecnología suficiente como para que resulte difícil borrar todo rastro de intervención o existencia. creo, Felipe, que si tuviéramos "vecinos" inteligentes, lo sabríamos.

    En lo que discrepo es en la opinión de Juan, que considera la postura de Gribbin como soberbia. Es cierto que su argumentación presenta lagunas, y que en ocasiones especula en exceso; pero es una teoría que merece tenerse en cuenta. En realidad ¿qué hay de soberbio en defender que somos fruto del azar, un afortunado accidente que podría no volver a repetirse? Es una postura nada antropocentrista: el universo no está diseñado para acogernos. Simplemente, surgimos.

    Lo que sí es una especulación difícil de probar es hablar de una "Sabiduría Universal" Eso, ¿qué es? ¿Qué fundamento tiene?

    En todo caso, es un tema de debate apasionante. Pero será difícil llegar a una conclusión. Simplemente, el universo es demasiado grande como para poder defender una postura y la contraria.

    Un saludo

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  4. "Creo que disponemos de tecnología suficiente como para que resulte difícil borrar todo rastro de intervención o existencia. creo, Felipe, que si tuviéramos "vecinos" inteligentes, lo sabríamos".

    No estoy tan seguro de tal afirmación. No hace ni un par de décadas que se tiene constancia de planetas extrasolares. Y un par de años o menos de algún planeta extrasolar rocoso. Pero dale tiempo al tiempo -y a los avances tecnológicos-, y tarde o temprano daremos con vida microbiana y vida inteligente, aunque quizás no tecnológica. Y conoceremos a nuestros "vecinos". ;)

    Pero, por un lado, si hallásemos, por ejemplo, a unos seres en el sistema Alpha Centauri que vivieran en una época feudal respecto a la nuestra, ¿crees de veras que nos involucraríamos? Como mucho, nos comportaríamos como meros observadores.

    Y por otro lado, incluso puede haber civilizaciones más avanzadas a la nuestra que hayan decidido vivir aisladas. Y, como digo, si yo fuera un extraterrestre "superior" no me pondría en contacto con nuestro planeta. ¿Para qué, para provocar más muertes, guerras, suicidios, miedos, locuras colectivas?

    El nivel de racionalidad para establecer un contacto entre civilizaciones y especies diferentes sin hacerse daño debe de ser altísimo. Fíjate que ya no sería un contacto entre civilizaciones de grupos humanos, sino de civilizaciones con aspecto muy diferente al nuestro: no serían humanos, sino que pertenecerían a seres y especies desconocidos para nosotros.

    Las incógnitas de Drake, poco a poco, se irán despejando y la cifra se acercará cada vez más a la realidad.

    Saludos, Antonio

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